domingo, 9 de abril de 2017

El Confidente


El mal ejemplo del populismo venezolano

En febrero de 1992, presidía el Gobierno de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, cuando tuvo lugar una intentona de golpe de estado, comandada por cuatro tenientes generales del ejército, entre los cuales figuraba, Hugo Chávez. La intentona fracasó y los cuatro cabecillas fueron conducidos a prisión por traición a la patria. Dos años después y bajo la presidencia de Rafael Caldera, fueron amnistiados.

El intento de golpe de estado tenía como es lógico un punto de partida: Venezuela tenía (al igual que hoy día) una economía basada en la entrada de divisas extranjeras por la venta de petróleo y unas excelentes relaciones comerciales con Estados Unidos (en 2013, un consorcio petrolero de EEUU, estimó que el país posee las mayores reservas de petróleo del mundo).
En un modelo de economía basado únicamente en la venta de petróleo, cuando el precio del mismo baja mucho, incide negativamente en una economía poco diversificada y es cuando aparece la crisis venezolana (año 1990), aparece el descontento ciudadano, que se incrementa con la implantación del modelo político neoliberal de Carlos Andrés Pérez. La excusa para justificar y dar un golpe de estado, aunque ilegal, era al menos creíble.
Después, el golpista Hugo Chávez, vía elecciones, llegaría a la presidencia en febrero de 1999, donde permanecería hasta su fallecimiento en 2013.

Este viene a ser un modelo actual, de como un presidente inútil para solucionar los problemas de país como fue Pérez, puede hacer que una mayoría de votantes se deje engañar y apoye a un populista redomado como fue Chávez (que por supuesto nada sabía sobre gobernar un país, ni tan siquiera un ayuntamiento), a llevar a su país a una situación tan lamentable, de la que parece sólo se podrá salir tras un largo proceso y posiblemente derramando sangre de sus sufridos habitantes.

Cuando Chávez llego al poder, lo hizo abanderando la salvación de la democracia, pero los hechos indican, que tanto él como su sucesor Maduro, se ha dedicado a hacer todo lo contrario.
La democracia en Venezuela ha implosionado la semana pasada, cuando el Tribunal Supremo controlado totalmente por Maduro, intentó asumir las funciones del Parlamento.

El ejemplo de Venezuela puede ser el siguiente: un país en problemas donde los votantes confiaron en un gobernante populista, proclamador ansioso de la democracia con mayúsculas, acabaron encontrándose con que Chávez hacía y deshacía a su antojo, incluso despidiendo y nombrando arbitrariamente a jueces, que sentenciaban según su voluntad. Al final, Chávez al igual que Maduro, no han resuelto los problemas del país. Ninguno de los dos ha tenido talla para ello, pero es que además, han aparecido las tendencias más oscuras del populismo y todo ha acabado derivando en un autoritarismo.

En 2015, un politólogo holandés, Cas Mudde, publicó un artículo en The Guardian, donde el resumen podría ser: "el populismo es una respuesta democrática no liberal, al liberalismo no democrático… el populismo siempre estará en conflicto con la democracia”. 
Según Mudde, “Todo eso tiene un precio. Este extremismo de la mayoría, reformula la democracia no como un proceso negociado con el fin de incluir y servir a todos, sino como una batalla absoluta entre la voluntad popular (que suele ser la voluntad del líder) y quien se oponga a ella, incluyendo a jueces, periodistas, líderes de la oposición, etc”.

Los venezolanos deberían aprender, que cuando los líderes quitan la autoridad a las instituciones, nada menos que con la excusa de “devolverle el poder al pueblo” como dicen a menudo, en la práctica lo que hacen es intentar consolidar el poder para ellos mismos.


Los venezolanos en 1999, votaron a Chávez para solucionar sus problemas de país y limpiar la corrupción en todos los estamentos, sin embargo 20 años después siguen igual con los mismos problemas i quien sabe, si no están ya al borde de una guerra civil. 

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