lunes, 6 de febrero de 2017
El Confidente
El dinero como una herramienta de intercambio
El
origen del dinero se sitúa hace unos 2.300 años en Mesopotamia; sus pobladores
intuyeron que era necesario crear un sistema comercial fiable, tanto para el comprador
como para el vendedor, en sustitución al anterior sistema de trueque comercial,
es decir intercambiar bienes que a uno le sobran por otros que le hacen falta.
Desde
estas fechas en las sociedades adelantadas, se han acuñado monedas con un valor
prefijado, que sirve para comprar o vender bienes y servicios. Las primeras
monedas asirias fueron de plata, aunque se han utilizado diversos metales en su
confección, tanto es así que el llamado y moderno papel moneda, está siendo
sustituido por tarjetas de crédito, e incluso ya por pagos a través de
dispositivos electrónicos.
Sea
cual sea la forma en que se efectúa el pago, en el fondo simboliza un acuerdo
comercial: acordamos con el vendedor un precio determinado por cierta mercancía
o por cierto servicio, recibimos un bien, pero a cambio entregamos un dinero;
el precio acordado. Es decir, el dinero no es sino una herramienta social
humana.
Nuestra
sociedad se basa en gran manera en el dinero; es la base de cualquier proyecto
político o social y decidir sobre el dinero público es en el fondo, la base de
lo que hoy conocemos como “la política”. Todo proyecto político se basa en
decidir: en decidir cómo recaudar dinero público, de quiénes se recauda y en
que se gasta.
La
actitud que adoptan los poderes políticos respecto al dinero siempre se enfoca
en dos sentidos: en cómo gastarlo o en cómo ahorrarlo. Padres, profesores y
sesudos tratados de economía hablan de ganar dinero, guardarlo, ahorrarlo, gastarlo
o controlarlo.
Llama
mucho la atención, como en una sociedad económicamente consumista, se nos
lanzan mensajes de austeridad y de ahorro. Y si uno ve y escucha estos mensajes
contradictorios uno después de otro, llega a la conclusión de no saber dónde
está la meta. Se nos inundan los ojos de publicidad consumista, mientras vemos
a los gobernantes presupuestando recortes y recetándonos austeridad. Sí, pero
se nos aconseja procurar crear hábitos, para fijar la meta en el ahorro, es
decir, hacen que nos sintamos mal si gastamos dinero.
En
cualquier caso, se trata de una situación poco pedagógica y poco constructiva,
cuando el dinero en esencia, no ha sido más que una herramienta de intercambio
comercial; otra cosa es que algunos con posibles, se empeñen en coleccionarlo.
A
veces he llegado a pensar que la condición del avaro no es sino la del
inconsciente que va contra si mismo; si fuéramos todos avaros y el estado no
recaudara impuestos, no existiría la policía que le defienda al avaro, de unos ladrones
que pueden robarle su fortuna. En cambio si de lo que se trata en este caso, es
de que los demás paguemos impuestos para defender a un avaro, que por no
pagarlos está aumentando su fortuna, esto se puede tener ya por una
sinvergonzonería.
¿Y
qué tal, si empezáramos a tratar el dinero como una herramienta? Las
herramientas no están hechas para ser guardadas en una caja fuerte, sino para ser
usadas.
No
me interesa la filosofía del ahorro total. Entiendo que tan disparatada es la
idea del consumismo desenfrenado, como la de la austera avaricia. El dinero
está implantado para utilizarse, para moverse, otra cosa es, que despilfarremos
el dinero en el sentido de gastarlo en inutilidades. Me parece, que cuando
ahorramos dinero (si podemos), lo hacemos para guardarlo hasta que decidamos
utilizarlo. Pero no hemos de sentir ningún remordimiento, si gastamos dinero en
proyectos que nos son útiles o necesarios.
Si en algún momento nos parece que estamos atrapados por la corriente
consumista descontrolada, podemos seguir el consejo de un economista: cuando
sientas que quieres comprar algo que pueda parecer de una utilidad dudosa, espera
72 horas antes de comprarlo, quizás así, tras haberlo “consultado con la
almohada”, te convencerás de que habría sido un error comprarlo.
Etiquetas: dinherramintercam
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