martes, 13 de diciembre de 2016
El Confidente
El ejemplo de los escándalos de corrupción en Brasil
En el mes de agosto, la
presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue suspendida en su cargo debido a
acusaciones de haber manipulado el presupuesto federal, con la finalidad de
esconder problemas económicos, pudo parecer a ojos de países que no seguimos de
cerca la marcha de Brasil, que traslucía un problema político puntual, cuando
en realidad, la lucha encarnizada entre el partido del Gobierno y la oposición,
llevaba en el país más de un año de recorrido público.
La corrupción (parece que
generalizada) entre la clase política que accede al poder, es el arma
arrojadiza que usan unos contra otros; es el arma política preferida, o que usa
por costumbre la oposición para atacar al poder.
Una situación que conocemos
sobradamente en España, donde desde hace más de treinta años soportamos una
corrupción ventajista hasta hace poco “permitida”.
El primer intento de ataque que
hubo sobre Rousseff siendo presidenta, fue relacionarla con corrupciones
afectas a la empresa paraestatal petrolera, Petrobras. Cuando este intento
fracasó por falta de pruebas (quizás todo era una fabulación), se inició otra
vía contra ella: manipular el presupuesto federal. Seguramente aquí, lo
verdaderamente importante de la maniobra no era la manipulación presupuestaria
(si es que la hubo) sino que el Congreso Nacional de Brasil, situado en
Brasilia y órgano encargado de ejercer el poder legislativo a nivel federal,
reuniera los votos necesarios para suspender a la presidenta de su cargo.
Michel Temer, quien encabezó la
destitución de su predecesora, fue elegido seguidamente presidente de Brasil,
pero ahora es la oposición quien lanza contra él sospechas de corrupción,
relacionadas algunas con Petrobras. El último asunto lo ha aventado un miembro
de su propio gabinete; grabó una conversación donde por lo visto, Temer le
presiona para ayudar a un aliado en un negocio inmobiliario.
El partido de Rousseff asegura
ahora, que sus rivales políticos la destituyeron con un solo objetivo:
boicotear la investigación sobre corrupción a gran escala en la empresa
Petrobras. Exhiben unas grabaciones de ministros que están en el actual
Gobierno de Temer, donde llegan a la conclusión, de que expulsar a la
presidenta de su cargo, obstaculizaría en gran manera la investigación de
los fiscales; es más, aseveran que esta es la única razón de peso para
destituir a Rousseff.
Pero este cálculo parece haber
fallado, puesto que la presidenta ya no está en su cargo, pero la investigación
inesperadamente sigue avanzando. Esto no era lo esperado.
Ahora la clase política
brasileña está preocupada porque la fiscalía ha llamado a declarar a un
constructor relacionado con Petrobas, que actualmente está cumpliendo condena
de 19 años en prisión; parece ser que el constructor “sabe demasiado” y podría
revelar un entramado de sobornos que involucra a cantidad de legisladores
federales, además de otros dirigentes políticos.
El nerviosismo que aflora en el
Congreso de Brasilia, deriva de la investigación judicial sobre la corrupción
que está llevando a cabo el estamento judicial del país.
La semana pasada, los
legisladores del Congreso iniciaron una sesión hasta las cuatro de la
madrugada, con un único punto en el orden del día: intentar derogar la
autoridad que tienen fiscales y jueces para poder investigar a políticos
involucrados en casos de corrupción.
El actual presidente Temer
podría verse ahora, envuelto en un proceso de destitución como el que inició él
contra Rousseff.
No hace tantos años, Brasil
estaba entre los pocos países que tenían una economía boyante y a los que se
llamaba países de “economía emergente”. Ahora Brasil se enfrenta a su peor
crisis económica y política durante décadas. La semana pasada, los datos oficiales
decían que la economía se había contraído un 2,9 por ciento en el tercer
trimestre, comparado con el mismo período del año anterior.
La inestabilidad de todo tipo
que destila la corrupción política, puede acabar amplificando una cierta crisis
económica. Parece que la única salida viable para Brasil como país, esté en
mantener activo un sistema judicial que siga investigando y persiguiendo la
corrupción.
Etiquetas: ejemescancoruubras
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