viernes, 15 de abril de 2016
Opinió
En manos de mediocres
Quizá ha llegado la
hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o
aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir
que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con
otra batería de medidas urgentes o una huelga general.
De reconocer que el
principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel.
Admitir para tratar
de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.
Ningún país alcanza
semejante condición de la noche la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el
resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase
dirigente.
Hemos creado una
cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los
primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los
medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin
importar lo que hagan. Porque son de los nuestros.
Estamos tan acostumbrados
a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural
de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven
para negar la evidencia.
Mediocre es un país
donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un
televisor que muestra principalmente basura.
Mediocre es un país
que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera
unos mínimos conocimiento sobre política internacional.
Mediocre es el
único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir
incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo.
Mediocre es un país
que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a
sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.
Mediocre es un país
que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a
sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Mediocre es un país
con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más
motivos para indignarse, cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre
sus deportistas.
Es mediocre un país
donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada
-cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.
Un país que ha
hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos
por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso
Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se
rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad, y por estudiantes que
ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país
que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres,
arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse
engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
Antonio Fraguas, “FORGES”
Etiquetas: enmandmedioc
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