lunes, 16 de noviembre de 2015

El Confidente


Todos somos París, también para defendernos

Los graves atentados perpetrados el pasado viernes en París, nos recuerdan cuán de frágil es, el concepto europeo que tenemos de seguridad ciudadana cuando se vulneran los parámetros. Es decir, cuando los terroristas islamistas asoman los cañones de sus rifles por las rendijas de la confianza establecida, para asesinar con la mayor de las facilidades a europeos.
No se trata de criticar a los distintos cuerpos policiales que ejercen funciones de vigilancia en nuestras ciudades europeas, sino poner el acento en lo fácil que resulta atentar para estos terroristas, cuando aprovechando nuestro sistema de libertades, sintiéndose fanatizados por sus creencias religiosas y amparados por el factor sorpresa, matan indiscriminadamente, sintiéndose irredentos ya desde el mismo momento de concebir sus crímenes.

Es como una variante de la guerra de guerrillas, donde el soldado se sabe que va a ejercer a un mismo tiempo como verdugo y víctima del atentado.
Un sistema copiado del modus operandi que tenían los pilotos japoneses “kamikazes” en la segunda guerra mundial, cuando fanatizados por defender a su emperador, enfilaban el morro de su avión cargado con bombas, hasta estrellarlo sobre un barco de la marina norteamericana.
Resulta pertinente reseñar esta circunstancia, dado que estudiosos de los preceptos religiosos árabes, aseguran que este comportamiento no aparece en esa religión. Por tanto estos terroristas que se inmolan, o saben de antemano que van a morir en el intento, no son más que la expresión más cruel de una filosofía radical.

Coincide que también fueron en viernes, los atentados yihadistas que ya sufrió París en el mes de enero (revista Charlie Hebdo), perpetrados por dos hermanos de origen francés y ascendencia árabe, a quienes los contribuyentes franceses les habían pagado sus estudios y manutención.

Es cierto que los países europeos corremos el riesgo de sufrir atentados de este tipo, y lo que asusta, es tener viviendo en Europa, cantidad de personas de etnia árabe, cuando nos dicen que todo depende de que Al Qaeda o el Estado Islámico les fanatice y después de haber decidido, lugar, día y hora, les lance de forma indiscriminada contra las primeras personas que encuentren a su paso, en cualquier zona de Europa.

La Comisión Parlamentaria de Francia, presentó en el año en curso, un informe donde se dice: “Los terroristas a los que les lavan el cerebro tienen más voluntad de morir. Para el yihadismo la muerte es el fin último. Ellos lo asemejan al sacrificio o martirio dándoles acceso al paraíso. Ni siquiera salvan a sus seres queridos. El terrorismo sin retorno implica acciones suicidas contra lo que es especialmente difícil de combatir”.
Si tan difícil resulta para las fuerzas de seguridad europeas controlar a estos terroristas, y dado que tanto Al Qaeda como el Estado Islámico se permiten invadir y atacar a Europa con sus soldados, quizás una solución justificada sería, que los europeos a su vez atacáramos a estas facciones islámicas en su propio terreno. O que a falta de ello, ayudáramos a sus vecinos árabes, que dicho sea de paso, conocen mejor el terreno que los europeos, para que acaben con ellos, a modo de lo que se hizo con los criminales nazis.

Atacan a Europa con acciones de guerra y ello justifica o merece, incluso desde un punto de vista pacifista y por motivos de supervivencia, una respuesta de guerra. Se puede y se debe ser muy pacifista, de la misma manera que se puede a su vez entender, que hay que ser intolerante con los intolerantes.

Llegados a este punto, debo decir que nunca he entendido, cómo en España un partido político que ahora pretende ganar las elecciones y que tanto se prodigó con la campaña del “No a la guerra” contra Aznar, no continuara con la misma campaña contra Al Qaeda, cuando a continuación tuvieron lugar los graves atentados del 11-M, o no la continúe ahora contra el Estado Islámico.

De cualquier forma, no parece que a esta barbarie fanatizada, consiga disuadirla los ampulosos acuerdos de unidad antiterrorista; unos acuerdos que pueden alentar incluso a los terroristas, al concederles una gran importancia.

Parece ser, que los europeos empezamos a pensar, cánticos atemorizados de la Marsellesa aparte, que el sufrir una acción de estos fanáticos radicales, requiere una reacción, por lo menos de la misma contundencia, sino mayor.
Ante esta situación crítica, el primer ministro francés promete que la respuesta será implacable.
De momento esto solo son palabras y lo que sirven son los hechos. La efectividad se demuestra pasando de las palabras a los hechos.

Si Europa no responde con dureza a estos radicales, los atentados cada vez serán más frecuentes y los europeos seguiremos estando amenazados e indefensos ante ellos, a causa de las posiciones titubeantes de unos ambiguos líderes europeos, que demuestran ser muy eficaces defendiendo los elevados sueldos que les pagamos, pero muy ineficaces a la hora de defendernos de estos radicales. A estos líderes europeos cabría recordarles que si para algo sirve recordar los peores momentos de la historia, es para no repetirlos.

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