miércoles, 15 de octubre de 2014

El Confidente


El saqueo como modelo

Después de unos años de abundancia, de mucho “glamour” y también mucho despilfarro, en los que la especulación se había encaramado al pedestal del becerro de oro, llegó, como no podía ser de otra manera, el agotamiento del cuerno de la Cornucopia y con él, el desastre de la crisis. Y da igual que unos la llamen crisis inmobiliaria, mientras otros opinan que es una crisis financiera, la calificación no aminora los efectos, pero el caso es, que caímos en tal bache económico, que ahora ni los más prestigiados economistas saben cómo salir de él; claro que estos resultan ser expertos en explicar lo que acaba de ocurrir, pero se muestran incapaces de predecir el futuro; lo cual es como decir, que son como todos nosotros, unos espectadores más.

Ahora, toda la clase política dice andar enfrascada intentando sortear la crisis y proponiendo medidas,  para que el desastre no se pueda volver a repetir. Unas intenciones que parecen ser las correctas y adecuadas, según se mire. Aunque tengo algunas dudas, sobre que acierten en sortear la crisis con rapidez, las tengo todas, en cuanto a que con el tiempo, no se vuelva a repetir la misma situación.
No es la primera vez que nos vemos atrapados por una crisis económica, lo cual indica ya una cierta tendencia repetitiva. Y no es que yo tenga conocimientos superiores a los demás, para profetizar que se avecina un nuevo colapso, pero no veo que se haya generado un aprendizaje encaminado a evitar una nueva crisis. Un  aprendizaje por otra parte, que afecta tanto a la economía como a la política (dos sectores que se entrelazan), pero también incide en una actitud social y esta sí que podría condicionar a las otras dos.
No ha habido catarsis, ni se ha hecho verdadera limpieza, por tanto como en anteriores ocasiones, la crisis puede volver a repetirse. Mientras la vida siga siendo entendida como objeto de rapiña o de saqueo, toda intención de enmienda en este sentido parece ilusoria. La ideología del “todo vale”, que a la postre no viene a ser otra cosa que rapiña y saqueo, parece seguir siendo la dominante, una premisa que no parece haber cambiado, por muchos golpes en el pecho que se den ahora públicamente muchos de nuestros políticos y economistas, fingiéndose apesadumbrados. En este sentido, la idea de que la existencia está ahí para ser tomada, para ser consumida, desde una exaltación permanente que proclama la necesidad de una posesión inmediata de las cosas, augura la continuidad del modelo.

En estas circunstancias, el contrato social del que hablaron los antiguos ilustrados, debería convertirse en un contrato existencial (del que carecemos) y que vendría a suponer, entender la vida como un sutil equilibrio entre deseo y respeto, entre posesión y contención. Así parece desprenderse, de los guiones que sustentaban la antigua tragedia griega, donde el hilo conductor de los poetas, no era otro que luchar contra la injusticia, el desequilibrio y la desmesura, partiendo de la premisa, de que el hombre no puede ser libre si está atenazado por el egoísmo de los demás.
Si los poetas griegos revivieran, es muy posible que al ver la actual situación, nos volverían a prevenir sobre una nefasta invitación a la codicia, contra un continuo sabotaje al ejercicio de la libertad.

Lo cierto de este desastre, es que hasta los más incautos han visto cuán fuerte puede golpear una crisis a los ciudadanos, por ello lo normal, sería aprender de los poetas griegos, por ejemplo. Pero manteniendo a los mismos visionarios, ya sean augures o magos, vestidos de ministros o banqueros, estamos sosteniendo el mismo modelo que nos llevó a una crisis, que se ha llevado por delante los empleos y los ahorros de muchos, pero también, las esperanzas de la mayoría. Todo ello mientras algunos sólo vivían pensando en una próxima ocasión, en la que poder seguir alimentando su codicia con la rapiña y el saqueo. 

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