miércoles, 22 de octubre de 2014

Diario de a bordo

Cien días no son nada

Parafraseando cual dijera un tango estrenado tiempo ha, cien días no son nada, para juzgar la labor de un secretario general del PSOE, que por otra parte iba de general secretario, cuando su compañera Susana Díaz, le acaba de poner en duda, nada menos que las condecoraciones de general, puede que para recordarle que apenas hace cien días, no era más que un diputado raso en el Congreso.

Tras el bajón electoral del 25 de mayo, era obvio que Rubalcaba debía desaparecer apresuradamente, en pos de buscar a otro secretario general, capaz de reverdecer la ilusión entre el marchito electorado socialista. Ahí estaba preparada Díaz, la andaluza, que al verse sin demasiados apoyos regionales, pidió ser elegida secretaria general “por aclamación”. Como fuera que Madina a su vez, estaba también preparando su candidatura al cargo de secretario,  de la mano de Rubalcaba, tuvo que oponerse al procedimiento de “aclamación”. ¡Vaya! Un procedimiento el de la elección por aclamación, que dice muy poco sobre la calidad democrática de quien lo solicita. ¿De verdad se ha leído esta señora la Constitución, cuando dice “los partidos políticos deberán ser democráticos”?

Pedro Sánchez era por aquel entonces un diputado raso, que había sido ponente en una Ley de Liberalización de Servicios, venía siendo ninguneado por la entonces portavoz, Soraya Rodríguez y por Madina. No obstante, había sido promocionado en la sombra por Antonio Hernando y Oscar López, hombres del equipo de José Blanco. En la pugna entre susanistas y madinistas, cuando no consiguen ponerse de acuerdo, Pepe Blanco cuela de refilón a Sánchez, su candidato. En el fondo viene a ser la misma maniobra que utilizaron para colocar a Zapatero, el risueño.  

Se cumplen cien días de Sánchez como secretariado general, cuando alguno que dice conocerle dice de él, que “es persona afable, sin fundamentos ideológicos ni convicciones firmes sobre casi nada, escasamente intervencionista y con ambición de poder”. Lo que no me cuadra demasiado, es que se pueda ser escasamente intervencionista, desde un partido socialista. Desde luego, esto cuadra con que fuera el ponente en una Ley, nada menos que de Liberalización de Servicios, sí señor.

Ayer Sánchez se estrenó en su primer debate parlamentario como secretario general, fue en el debate de los Presupuestos Generales del Estado, y francamente me decepcionó; siendo como es economista, esperaba que se hubiera lucido con una oposición técnica a los presupuestos, o lo que es lo mismo, unas propuestas como economista, realistas, capaces de bajar el déficit, bajar la tasa de paro, pagar la deuda pública y  bajar los impuestos. Inesperadamente no hizo ninguna propuesta de corte economista, sino que se dedicó a criticar al gobierno con el mismo soniquete, zapateril primero y rubalcaril después. Para este viaje no hacían falta alforjas; no era preciso cambiar de secretario general, lo mismo podía haber continuado Zapatero.  
No sé si no supo, o no pudo aportar ninguna propuesta constructiva en términos económico-presupuestarios al debate. Cierto que Sánchez parte de un problema; su partido arrastra un lastre por el desastre zapateril, que ni te cuento. Pero otro problema con el que se encuentra este nuevo secretario general, es que a pesar del gran desgaste que tiene el Gobierno del PP, tanto por incumplimiento de programa, aumento de tasa de paro, como por recorte social, el PSOE no remonta electoralmente hablando, sino que más bien parece continuar hundiéndose. Ahí hay que añadir, que tampoco ayuda en el remonte, que Díaz, la andaluza, exprese hace poco no estar de acuerdo con alguna política territorial o con algunos procedimientos de comunicación que emplea Sánchez.

Una salida a la situación que puede emplear, es dar un giro a sus propuestas hacia la izquierda, para pisarle el terreno a Podemos, inyectando más demagogia si cabe al debate.

Parece que el futuro se empieza a dibujar ya, blanco y en botella; Don Pedrete, apártese que se pondrá Doña Susana, con aclamación o sin ella. 


Mijail

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