lunes, 14 de julio de 2014

El Confidente


El mediocre patológico

Todos hemos podido comprobar cómo algunas veces, nos hemos visto en una mala experiencia, al tener que tratar algún asunto con alguien que ostenta cargo, ya sea en una empresa privada, entidad ciudadana, o administración pública.
Lo normal en estos casos, es que ante la cerrazón del personaje, acabemos fastidiados y pensando que hemos estado tratando con un incompetente o con un mediocre.

 El catedrático de Psiquiatría, Luis de Rivera, ha publicado “El maltrato psicológico”. Él ha puesto nombre a una patología poco conocida y que ha dado en llamar, el Trastorno por Mediocridad Inoperante Activa (MIA). Sostiene que toda función humana puede volverse patológica, cuando es insuficiente, excesiva o inadecuada. Define que las patologías de la excelencia pueden ser por defecto, al igual que la mediocridad puede serlo por exceso.

Añade que el ser humano tiene una tendencia natural hacia el progreso y la superación, que aprecia o admira en los demás y que intenta realizar en sí mismo.
Una característica de la mediocridad, es la incapacidad de apreciar, aspirar y admirar la excelencia.
Diferencia entre un primer grado que es el simple, cuando al mediocre ni le importa ni la entiende y es feliz con la satisfacción de sus necesidades básicas.
En un segundo grado estaría el fatuo, que quiere ser excelente, aunque no entiende en qué puede consistir eso, por lo que sólo puede imitar, copiar o fingir.
Aunque el verdaderamente peligroso, es el mediocre inoperante activo. Se trata de un ser maligno, incapaz de crear nada valioso, pero que ante todo, detesta e intenta destruir a todo aquél que muestre algún rasgo de excelencia.
De Rivera asegura, que mientras la gente valiosa está ocupada haciendo bien lo que sabe hacer, los mediocres dedican su tiempo a maquinar cómo trepar en la estructura.
Está claro que en una organización sana, estos mediocres  no tienen ninguna posibilidad, pero sí tienen vida en una organización enferma. Aquí se apoya en una teoría famosa de un economista, N. Parkinson, “En una organización, todo el mundo tiende que ascender hasta llegar a su nivel de incompetencia, cuando llega a este nivel, ya no se le asciende más, lo que explica la gran proporción de jefes incompetentes”.

Según De Rivera, la actual lucha entre mediocridad y excelencia, es una dinámica inevitable, pero inevitable porque en demasiados de estos centros se permite la mediocridad, porque los más altos directivos no admiten que otros empleados por debajo de ellos, puedan tener ideas creativas. En los casos en los que se admiten y potencia la cultura de los MIAs, suelen ser empresas o instituciones, donde desde la cúspide se tiene como principal ideario, el mantenimiento de la tradición, la cohesión interna forzada, la impenetrabilidad de posibles influencias exteriores y sobre todo, el gran respeto a la autoridad establecida. Es decir, las empresas o instituciones que mantienen a MIAs, tienen su fundamento en que son ciertamente los MIAs, los que las dirigen; ese es el problema.

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