martes, 10 de junio de 2014

Diario de a bordo


Marchando, una de dimisión de trono

Por alguna razón que no han explicado, el rey abdicó y la corona pasará a su hijo con trámite de urgencia máxima. Hay que recordar que hace unos meses el rey decía tener “cuerda para rato”, además él siempre había sostenido, que un rey lo es, desde que se nace hasta que se muere, en cambio ahora dice no querer que el príncipe se marchite esperando, como ocurre en Reino Unido.
No habiendo explicado este cambio brusco de parecer, ni mucho menos esta urgencia abdicadora, cada hijo de vecino es libre de hacer sus propias conjeturas y todas pueden ser igual de acertadas o equivocadas;  todos pueden decir la suya, desde el más monárquico hasta el más republicano, que no por ello, son menos ciudadano el uno que el otro.

Estamos en un escenario, donde todo son conjeturas, todo son hipótesis, pero en todo este entramado hay una certeza y yo casi diría, una gran certeza: el nuevo rey, ni con la mejor de las voluntades, no podrá conseguir reducir las listas del paro, ni mejorar la sanidad, ni mejorar la educación, ni rebajar la deuda pública, ni solucionar el problema secesionista catalán, ni mejorar la pésima imagen de unos políticos en los que ya pocos españoles confían.
Entonces, si el cambio en el trono no sirve para solucionar los graves problemas que tiene planteados el país, a qué viene este cambio de rey tan precipitado?

Veamos, el rey cesante ha reinado 39 años durante los cuales no se han abordado nuevas cuestiones legales sobre la monarquía y sólo ahora, deprisa y corriendo, ha habido que hacer una ley exprés para abdicar, así como otra que están aún pensando, para que el rey cesante no quede en el mismo nivel judicial que el resto de los ciudadanos, es decir para que sea “aforado”, como los diputados. Entiendo por tanto, que no debe ser lo mismo, que a uno lo pueda juzgar un tribunal ordinario, a que pueda ser juzgado por el Tribunal Supremo. Me pregunto si tal diferencia puede suponer, que un Tribunal Supremo está en cierta manera “controlado”, y en cambio un Tribunal Ordinario pueda ser “políticamente incontrolado”?

Es muy posible que la causa de la dimisión de trono, sea una madeja de causas; un periodista afamado escribe en estos días, que “lo mejor que ha hecho esta monarquía es mantener sus escándalos cerrados bajo siete llaves”.
Puede que sea así, aunque algunos sí han trascendido, vaya que sí han trascendido. Pero a la par hay un aquél: en este momento, tanto la ley de abdicación como la del aforamiento, tiene asegurado un 80% de votos en el Congreso. Cuenta también que esté aún Rubalcaba, quien  ha frenado siempre las ansias republicanas de su grupo, pero Rubalcaba deja pronto el cargo y además -y este además pesa bastante-, si extrapolamos las elecciones europeas a unas generales, creo que los de Podemos, podrían conseguir hasta unos 50 escaños en el Congreso, con lo cual podrían tener más complicado sacar adelante estas dos leyes.
                              
También circula otra hipótesis: si por lo que parece, el gobierno no es más que un servidor del poder fáctico que todo lo maneja, podría haber ocurrido, que a este poder fáctico le hubiera parecido que ha llegado el momento de hacer el cambio en aras de la estabilidad y del continuismo. El cambio es en primer lugar  –y puede que no vaya más allá-, un cambio de imagen, es intentar dar ante el país, otra imagen a la monarquía, en un momento en el que ­ -y desde hace años-, está de capa caída. Luego, el poder fáctico vota y apoya a la monarquía.

Señores, tómenselo como quieran, pero la dimisión de trono está servida.
                                                 
Mijail 

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