viernes, 16 de mayo de 2014

El Confidente


Una receta para luchar contra la desigualdad

La crisis ha incrustado la precariedad en la sociedad, de tal manera que se han acrecentado las diferencias sociales y seguramente seguirán aumentando de tal modo, que posiblemente, llegaremos a que a que las diferencias sociales entre pobres y ricos, es decir la desigualdad, se convierta en un problema económico para las próximas décadas.
Un sistema económico basado en el consumo, se ve bloqueado cuando la mayor masa consumidora no puede consumir por falta de dinero. Se trata de una situación cuya salida económica y social, se vislumbra como muy lenta. Nos podemos encontrar en esencia, como en una situación de pescadilla que se muerde la cola.

El economista francés Thomas Piketty, basándose en esta situación, sostiene que “la desigualdad se está disparando en los países desarrollados”. Dice haber comprobado como los grandes ejecutivos de algunas compañías han secuestrado los consejos de sus empresas para otorgase desde el abuso de poder, salarios millonarios de una forma arbitraria. Todo ello, mientras descienden los beneficios empresariales y a la vez que se rebajan sueldos de la plantilla, cuando no, se despide a parte del personal.

Pero Piketty añade una propuesta a su crítica con objeto de reducir la desigualdad: un impuesto de hasta el 80% para la oligarquía económica, es decir para quienes ganan más de un millón al año. Sería como un “impuesto confiscatorio” global a las rentas ricas.  La finalidad de este impuestos no es la de aumentar la recaudación del Estado, sino reducir drásticamente la reducción de las cúpulas empresariales sin recortar la productividad de la economía. 

En su libro de 1.000 páginas, titulado “El Capital del siglo XXI”, advierte que la “concentración extrema de los patrimonios amenaza los valores de la meritocracia y de justicia social en las sociedades democráticas”.
Piketty que conoce bien el terreno en que se mueve y sabe que su propuesta no es fácil de poner en práctica, por ello añade, “Ninguna hipocresía es lo suficientemente grande cuando las élites económicas y financieras se ven obligadas a defender sus intereses”, una teoría que parece preconizar que además de un aumento en la desigualdad, también puede llevar aparejado un mayor grado de confrontación social entre la clase rica y una clase pobre, que cada año que pasa es más numerosa.
La reconversión de la clase media en clase pobre (aunque de momento guarde ciertas apariencias externas), es cada vez mayor en esta Europa donde todo está basado en tener dinero.

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