lunes, 15 de abril de 2013

Opinió

El cuento de la manzana podrida

En ciertos foros, es muy común y socorrido recurrir a la metáfora de la manzana podrida, haciendo casi siempre referencia, a comportamientos poco ejemplares.
En nuestra sociedad aparecen, en unos tiempos esporádicamente y en otros con mayor abundamiento, pautas de conducta no ejemplar por parte de algunos miembros de una organización y resulta curioso que estos comportamientos sean perfectamente tolerados por la organización, mientras que para gran parte de los ciudadanos, son sencillamente delictivos.

Cuando se descubre algún escándalo en una organización, y sólo en ése momento, se activa una defensa consistente en asegurar que en todas partes hay sinvergüenzas, que es difícil evitar que algún listillo abuse, que se sienten traicionados y nunca lo hubieran creído posible, finalmente añaden que se tomaran medidas, etc etc. Siempre es lo mismo.
Puede que en algunas ocasiones la excusa sea cierta, sin embargo incluso en estos casos, esa no es toda la verdad. Es decir, cuando en una organización entra dinero digamos “extra”, es inevitable que alguien no lo vea y dé la voz de alarma que permita desmontar el abuso. Aquí aparece el cuento moderno de la manzana podrida. Es decir, sabemos que en todos los cestos de manzanas, puede aparecer una que empiece a pudrirse y acabe pudriendo a las demás, siendo imposible evitarlo. Pues no, simplemente hay que vigilar las manzanas de vez en cuando. 

Puedo creer que la mayoría de los casos de corrupción descubiertos, no son achacables a situaciones de personajes que han llegado a la organización, o al servicio público, con el propósito de enriquecerse. Creo que puede tratarse de personas que tras acceder a la organización o al aparato de la política administrativa, se han familiarizado con las formas de funcionamiento, a la vez que dentro de la organización, se encontraron con unas pautas que les inducían a pensar, que podían disponer como propios, de los recursos que son de todos. La codicia va in crescendo, a la vez que las prácticas reprobables van siendo cada vez de mayor gravedad. 
Aquí lo que hay que plantearse, es si el cuento de la manzana podrida, sirve para reducir a lo individual, dinamismos y patrones culturales que no son sólo personales, sino inherentes a la organización.  Y ciertamente, que siempre puede aparecer un sinvergüenza, pero esta posibilidad no exime a las organizaciones de preguntarse, hasta que punto su propia filosofía interna, es el cauce más adecuado para comportamientos ejemplares, o si por el contrario, se permite y propicia que anide la manzana podrida.  

No debemos engañarnos, las  manzanas podridas muy a menudo son el resultado de procesos de socialización, en los que estas pautas de conducta, no son sólo toleradas, sino consideradas como normales en la organización.
Cuando una de estas manzanas podridas es señalada por una denuncia, lo más normal es que acabe siendo el chivo expiatorio de la organización, alegando desconocimiento,
pero internamente, no se cuestionará en ningún momento el revisar sus pautas de valores y sus objetivos.
En resumidas cuentas, todo cambiaría si las organizaciones abrazaran la ética y la ejemplaridad y abandonaran unos comportamientos que después los jueces tachan de ilegales.

Josep Maria

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