viernes, 5 de abril de 2013

Diario de a bordo


El revolucionario juez Castro

El juez Castro con su auto cauteloso, imputando a la infanta Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, ha cruzado una línea roja invisible, pero real. Creo, que si finalmente la infanta se sienta en el banquillo de los acusados, la norma no escrita, de “no atreverse” judicialmente con personajes importantes (la línea roja), quedará borrada del imaginario, en consecuencia, lo más probable es que a partir de ese momento, muchos jueces que presuntamente hasta ahora, no se atrevían a emplearse a fondo con ciertos implicados, tendrán una señal clara para atreverse. Si se sienta en el banquillo a la hija del rey, podemos sentar a todos los sospechosos que caigan en los juzgados. Pero todos es todos; no solamente a los pequeños traficantes de droga, sino que también se podrán sentar con la misma normalidad a “personas importantes”.

El no atreverse con ciertos personajes, llamado también en ocasiones, lo “políticamente correcto”, es un anacronismo, o más bien una herencia del franquismo; la educación y la corrección en las relaciones ciudadanas, son cosa muy distinta que nada tienen que ver con la política.

Es de esperar, que si se quiebra esta norma no escrita, las consecuencias para los delincuentes, digamos de guante blanco, son imprevisibles. Con ello es de esperar, que acabaríamos superando otro apartado de la transición que permanecía bloqueado por ciertos intereses.
Pero hay algo más: el juez Castro se está basando en indicios, cosa nada descabellada, pues ahí están, pero los indicios no gustan a los defensores del anacronismo. En cambio, si se les aplican a los delincuentes llamados “comunes”, o por decirlo de otra manera, delincuentes “no importantes”.

Sorprende que el juez en su auto, diga que firma la imputación para dejar patente que la justicia es igual para todos. ¿Pero cómo; es que acaso no era así?
Significa esto acaso, que el pálpito actual y general que él tiene, no se corresponde demasiado con la igualdad que pretende justificar?

De la última declaración de Urdangarín ante el juez, me llama la atención que diga sobre la infanta, que ella nada tenía que ver con la trama, que tan sólo la puso en el Consejo de Administración de Nóos para figurar. No le puedo creer, cuando todo indica que la puso para atraer fondos, es más, parece que su presencia era la principal valedora del negocio. Y para qué puso entonces al secretario de las infantas en el Consejo, sino era para lo mismo?

La infanta firmó las actas de Nóos y figura en cuenta bancaria donde se abonó 480.000 euros, fruto de una subvención. Esto no son indicios, sino realidades. Puedo estar equivocado, pero creo que con tales pruebas, se condenaría a un “delincuente común”.

De los correos publicados, deduzco que el rey estaba al corriente de los asuntos. Yo diría que en Zarzuela, los negocios de Urdangarín los conocía hasta el Tato. Y creo que la prensa internacional, a juzgar por las portadas que hoy publican, piensa lo mismo, coincidiendo en una fuerte reprobación a la monarquía española, a esta familia privilegiada.

Según el juez Castro, su gran pregunta judicial es: ¿Quienes estaban al tanto de los asuntos de Nóos, y quién estaba en el ajo? Bien, pues pregúntese a la infanta.
Hoy su hermano, el príncipe Felipe en su discurso de Barcelona, ha alentado a los jueces para que “hagan su labor con independencia”, lo cual es tanto como decir, que por lo menos duda de que lo estuvieran haciendo. Bien, pues digamos que el juez Castro hace unos años se anticipó a sus recomendaciones, y es que la igualdad ante la ley, sólo puede tener un significado.

Mijail

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