miércoles, 23 de enero de 2013

Diario de a bordo


Quiero otra muy diferente

Siempre que se habla de cambiar la Constitución  sale algún sesudo analista, periodista o político diciendo que “Los españoles nos dimos esta Constitución democráticamente…”.
Pero cuidado, las cosas hay que verlas con detenimiento: la Constitución se votó en referéndum el 6 de diciembre de 1978, o sea hace 34 años. Quiere decirse, que nadie menor de 52 años a día de hoy pudo votar esa Constitución. Si consideramos una esperanza de vida de 80 años (que ya es decir), según el INE en 1978 había 14.419.694 españoles que a día de hoy podrían seguir con vida y que tenían más de 18 años.
Votó el 67’11% del censo, que trasladado a nuestras cifras serían 9.677.056 habitantes. Otra cosa: y los que votaron a favor fueron el 88,54% o sea 8.568.065 votantes. No son tantos votos como nos quieren hacer ver, no creen?
Es decir, que estadísticamente como mucho 8 millones y medio de votantes son los que pueden decir que “se han dado una Constitución”. Menos que los votantes de cada uno de los dos actuales partidos mayoritarios por separado. De 42 millones que somos, representan el 20% de la población.

En mi caso, en 1978 era menor de edad;  no me he dado ninguna Constitución, ni he podido votar otra, ni me han consultado ninguna enmienda, ni nada de nada. El sistema está hecho de tal manera que como decía Franco, todo queda “atado y bien atado”.
Un cambio en los títulos orgánicos de la misma, es tarea casi imposible, puesto que requiere de dos elecciones a Cortes, mayorías de tres quintos y un referéndum vinculante.

La Constitución se ha quedado obsoleta y parecer ser un coladero de corrupciones y un germen de descomposición nacional. No es representativa como otras, de manera que nuestra democracia se asemeja cada vez más a una suerte de democracia orgánica en la que la familia, municipio y sindicato han sido sustituidos por el partido, comunidad autónoma, ayuntamiento, empresas públicas, corruptelas de todo tipo, con cuentas suizas incluidas, e hipotecas que pesan como una losa sobre los sufridos ciudadanos.

Para entender lo poco democrático de nuestro sistema y la poca representatividad de nuestro voto, podemos fijarnos en que el presidente de la Comunidad Autónoma y el alcalde de la localidad donde resido, no han sido elegidos directamente, ni han sido siquiera candidatos a sus puestos en las últimas elecciones, sino que el partido les ha puesto ahí. Nadie les ha votado para ir en la lista electoral ni para tal puesto. Son los mismos que aducen, estamos en una democracia representativa; bien, y a quien representan en primer lugar, a los ciudadanos, o al partido?

En casi 35 años ¿de verdad creen que nadie se ha planteado cambiar monarquía por república, instaurar listas abiertas, cambiar o eliminar competencias autonómicas y mil cosas más? Sí, y cada vez más. Pero el dinosaurio de 1978 sigue reptando por España inmune a todo cambio, y es que ese monstruo lleva soldadas unas pesadas escamas en forma de intereses partidistas, que se han adherido y adaptado al cuerpo, a lo largo de estos 34 años.

En su momento tal vez hubiera votado la Constitución, pero hoy en día, me parece poco útil para el país, y hasta decadente. Afirmo, que ya pasó su tiempo. La decadencia física del Rey va de la mano a la decadencia de la Constitución y el sistema político que tenemos.
A veces pienso, que vivimos en un franquismo posmoderno disfrazado de democracia; lo veo como un teatrillo que hacemos cada pocos años para seguir igual.
Yo no voté esta Constitución y quiero otra muy diferente; sobre todo, para que sea útil al país, a los ciudadanos y respetada por todos.

Mijail

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