martes, 27 de marzo de 2012

El Confidente



Una Europa desconocida

La historia de Europa siempre se ha escrito a sangre y fuego, desde la expansión del imperio romano, hasta los delirios mucho mejor documentados, de dos personajes que siguieron la estela iniciada por los cesares: Napoleón y Hitler al igual que algunos emperadores romanos, soñaron en sus fantasías tiránicas, con una Europa de países soberanos, aunque bajo el mando de un solo hombre; soñaron con un imperio. Dominar Europa en lo militar que es lo mismo que en lo político, fue un sueño tiránico compartido por todos ellos. Sin embargo siempre les salió mal. Parece que el espíritu soberanista de los países europeos es indomable.

La actual Europa que impone y sanciona, se empezó a diseñar en 1952 como un Mercado Común y era, sin duda alguna, otra cosa. Las reformas que se proyectaron para la vieja Europa, iban encaminadas al progreso y la mejora en las condiciones de vida de los europeos. Hoy día, las cosas son muy distintas y parece que nadie sabe como defender ya, la idea original de la Unión Europea.
Olvidados los principios humanistas, cercenados los acuerdos de progreso y mejora para las personas, sólo queda en pie el impulso reformista de Merkel, que investida cual policía sin uniforme, sólo se muestra preocupada en conseguir complacer a los acreedores. Usando un símil reduccionista, podríamos decir que la actual Unión Europea ha dejado aparcada a un lado la proyectada y esperanzada Europa de las personas, para dedicarse exclusivamente a la dureza monetaria de los mercaderes.

Importantes rotativos europeos, se dedican a publicar sobre “el fracaso del espíritu europeo”, contraviniéndose a si mismos, cuando a su vez apoyan las primas de riesgo, medidas de ajuste, listados de déficit, cuotas de mercado, etc. En todo caso, si se está a favor de lo blanco resulta incoherente reclamar lo negro.

Guste o no, la vieja Europa se está convirtiendo en un land alemán más. En principio esto no debería preocuparnos tanto, siempre que en consecuencia, pudiéramos votar en las urnas al canciller alemán, cosa que se nos impide, mientras ése canciller sí decide sobre todos los países europeos.
En un importante rotativo europeo, un periodista escribía hace poco, que ni los ministros europeos más nacionalistas, se atrevían a protestar por esta deriva que supone la pérdida de soberanía de los distintos países, sino que acuden a una Alemania que impone y sanciona, con la cabeza agachada en señal de sumisión, para rendir cuentas ante los acreedores alemanes.

Todo esto en el fondo, puede que no sea ni siquiera una cuestión de soberanía, sino de democracia. Los países europeos hemos llevado siempre muy mal, el estar bajo una bota dominante. Emile Zola describió muy bien, lo que suele ocurrir ante grandes engaños sociales: “Cuando se esconde la verdad bajo tierra, esta toma cuerpo y adquiere tal forma explosiva, que el día que estalla hace que todo salte con ella”.
Ciertamente estamos viviendo una época de grandes y preocupantes incertidumbres.

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