martes, 3 de enero de 2012

Col·laboradors



Carta de un médico

Un grupo de funcionarios públicos que se dicen profundamente arrepentidos por haber estudiado duramente para conseguir una licenciatura universitaria y después haber aprobado unas competidas oposiciones, para poder trabajar en la Administración, cobrando un sueldo normal. Ahora dicen que ahora se les ha rebajado el sueldo normal y después se les ha congelado, han sufrido ampliación de horario laboral, con unas pagas extras ridículas, además de sentirse como "cabeza de turco", teniendo que estar constantemente recibiendo críticas gratuitas “por ser unos privilegiados”.

Por todo lo cual preguntan:
¿Si a usted en su trabajo, le hubiesen aplicado todas estas medidas y condiciones, se sentiría un privilegiado?

La siguiente, es una carta que en tal sentido publican en el blog Perdón por ser médico

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Me presento: Soy médico (perdón)

Sí lo siento, me arrepiento, soy médico y por ello tengo que pedir perdón.


Pido perdón no sólo por ser médico, mi delito es aún más grave, soy médico y ¡¡funcionario!!, soy lo peor de lo peor.

Mi problema es que he estado equivocado durante mucho tiempo: Tuve que sacar buena nota en selectividad, estudiar una carrera dura, aprobar una oposición para acceder a la especialidad, completar mi formación como especialista sirviendo como mano de obra barata, y finalmente (de momento) preparar otra oposición y aprobarla para acceder a una plaza fija en la sanidad pública. Yo a esto lo he llamado durante mucho tiempo "esfuerzo", "sacrificio"..., palabras malsonantes, con connotaciones negativas hoy en día. Afortunadamente nuestros próceres y medios de comunicación ya se han encargado de sacarme del error, no es "esfuerzo", no es "sacrificio", de lo que estoy hablando es de "privilegio".

Ahora soy mucho más feliz, ¡soy un privilegiado!, pero me han dicho que pida perdón por ello, que la gente está muy susceptible con eso de que todos los meses me levante (como el que no quiere la cosa) 1153 euracos de sueldo base. Que ya quisieran muchos tener una plaza fija y que soy un afortunado.

La verdad eso de ser un "afortunado" sí que me fastidia un poco, porque hace entrever que la suerte ha tenido algo que ver en mi carrera, a mí me gusta más lo de "privilegiado". Sobre todo mis ojos hacen chiribitas de placer cuando me lo dice un ministr@ de sanidad (ponga el lector la cara ó el nombre) cuyo principal mérito ha sido escalar posiciones en un partido político, pero claro, es que eso del esfuerzo está tan demodé como la propia palabra demodé.

Yo soy buen chico y obediente, y si mis jefes y los medios de comunicación me dicen que soy un privilegiado y que tengo que pedir perdón por serlo, pues yo voy y lo pido. Y que si tengo que hacer un esfuerzo porque soy un privilegiado, pues venga que por mí no quede, que me bajen el sueldo. Y ya puestos, que si puedo trabajar dos horas más a la semana, que al fin y al cabo ¿que son dos horas cuando hay tanta gente en paro?, pues venga que vengan horas.

Lo único que me fastidia (un poco) de lo de ser un privilegiado es que ya me han dicho en el sindicato que ellos no defienden a privilegiados, pero bueno, antes de serlo tampoco hacían mucho por mí, así que tampoco los echaré de menos.

Pido perdón, pero no por ello me rindo. Estoy enamorado de mi trabajo y en ocasiones hay resquicios de luz que sirven para mantener la llama durante tiempo. Hace poco leí en un blog experiencias de médicos con pacientes (no clientes), que les habían emocionado. Todos tenemos alguna de ese tipo y es lo que hace grande a nuestra profesión, yo compartiré con vosotros una de las mías:
Hace ya unos añitos trabajaba en una Unidad de Reanimación de Cirugía Cardiaca, tuve ingresado a un paciente durante meses, la primera semana completa con una asistencia biventricular. El paciente pasó por varios episodios de shock cardiogénico, SDRA, shock séptico, etc. Cuando por fin pudo irse de alta me dio su tarjeta de visita, por detrás con letra temblorosa solo había escrita una frase:"Gracias por hacer posible la Navidad".
Todavía la guardo en mi cartera y la miro frecuentemente en los momentos en los que me encuentro desolado.


Gracias a ti Alberto.

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