miércoles, 2 de noviembre de 2011

Opinió


Una Defensora del Pueblo, digna de su cargo

Era mitad de septiembre, cuando María Luisa Cava de Llano, Defensora del Pueblo en funciones, sacudió por sorpresa la somnolencia de sus señorías en el Congreso, anunciando que había solicitado al Ministerio de Justicia, estudiar “con toda seriedad y rigor”, que el despilfarro público sea considera delito en el Código Penal. Un tema que “es un clamor en la calle que escandaliza profundamente y con razón a los ciudadanos. Y les advierto que no voy a mirar a nadie, absolutamente a nadie porque el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”, añadió.

Realmente en otras ocasiones ya había mostrado maneras, pero ahora queda bien claro que tiene bemoles la catalana y que no le imponen ni “sus señorías” sentados en su escaño, por muy privilegiados que sean.
Me alegré profundamente, de que por fin, alguien, fuere quien fuere, les cantara las verdades del barquero en su propia cara y en un lugar tan blindado a los currantes, como es el Congreso de Diputados.
Yo proclamo que soy uno de los profundamente escandalizados (no sé, si indignados), que la Defensora del Pueblo menciona, porque el despilfarro público no esté ya considerado delito. Aunque añado algo más: deberíamos aprender de Islandia, donde se ha sentado en el banquillo de los acusados al ex primer Ministro por su mala gestión en la crisis financiera causada por el colapso bancario del país en 2008; es decir, por inepto.
No se me escapa, que aprobar hoy mismo la inclusión del delito de despilfarro público en el Código Penal, no afectaría a los políticos despilfarradores en ejercicio, ya que las leyes penales no pueden tener efecto retroactivo, pero sí se les podría inhabilitar largamente para el ejercicio de cargo público.

La Defensora del Pueblo, con la que me siento mucho más defendido que con su predecesor (todo hay que decirlo), seguramente detectó entre sus señorías, caras de indiferencia y algunas sonrisitas, por lo que remató la faena agregando: “Es el dinero de todos obtenido por las administraciones públicas de los impuestos que gravan la renta o el consumo de millones de personas. Deudas y deudas que habrán de pagar las futuras generaciones".
"Facturas que se cuentan por centenares generadas alegremente como si el dinero que con tanto esfuerzo cuesta ganar a los trabajadores o a los empresarios o a los autónomos fuera infinito; gasto inconmensurable que generalmente no busca el lucro personal de quien lo decide pero sí su lucro político"
. Después ante los medios añadió: “Es un clamor popular que se castigue el despilfarro”. Pues sí. Sólo falto que diera un fuerte manotazo encima del estrado, diciéndoles: “Señores, menos palabrería y más eficiencia; si alguno de ustedes está interesado por el teatro, puede pedir ir pidiendo trabajo en el Romea”.

No sé qué le habrán comentado a la Defensora sus vecinos de Ibiza, pero de seguro que muchos la habrán felicitado; allí también saben de despilfarros.

Reconozco que cuando lo leí me quedé boquiabierto; cuánto me hubiera gustado estar allí, para vivir la situación (o la bronca) en directo; me hubiera quedado más ancho que largo.

Mijail

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