jueves, 31 de marzo de 2011

Opinió


  
El Burka

   
El burka no sólo es repugnante, sino que además es humillante y casi delictivo. Y amenazador. Algunas naciones más libres y avanzadas que la nuestra ya se han dado cuenta de ello. En Francia, hay una firme decisión de prohibirlo; su uso en la vía pública conllevará una sanción de ochocientos euros. Otros países como Italia, Luxemburgo, Holanda y Bélgica ya han oficializado su veto. Pero en España no. A Bibiana Aído, ex ministra de “Igualdad”, le parece muy bonito que las mujeres de los musulmanes oculten su rostro en muestra de sumisión y obediencia a sus maridos.


En una sociedad libre no se puede salir a la calle enmascarado.
El juez Gómez Bermúdez supo imponerse en un juicio a una testigo que se negaba a enseñar su rostro. Si las autoridades permiten el uso del burka a unos fanáticos instalados en la Edad Media, tienen que permitir a los naturales de por aquí, la máscara, el antifaz, el pasamontañas y el pañuelo vaquero anudado al cuello tapando la cara, para moverse tranquilamente en los bancos, las tiendas, los grandes almacenes, las calles y jardines de cualquier ciudad de España. Todos enmascarados y todos con el derecho a no enseñar nuestros rostros. Las Fuerzas de Seguridad del Estado lo tendrían crudo, pero aquí en teoría todos somos iguales y no hay motivo para permitir a los que viven en la Edad Media el beneficio de un privilegio, que se nos niega a los que vivimos en el siglo XXI. Mucho hay de laicismo barato, en esta permisión estúpida, buenista y nada igualitaria.

En Europa se permite la construcción de centenares de mezquitas y en los países musulmanes, están prohibidas las iglesias cristianas; si hay alguna de la época colonial, permanece cerrada a cal y canto.

Y las feministas profesionales mudas. Para ellas, el burka es sinónimo de tolerancia y modernidad. Protestan por un par de tetas en un anuncio y callan ante la humillación de una norma que impide a la mujer mostrar su rostro, debiendo esconderse tras una reja de gruesa tela.
A los musulmanes no les importan nuestras tradiciones y menos aún, nuestras leyes. Les importan las suyas y no esconden su objetivo de imposición.
Para un español, ver un burka en una calle de su ciudad es un insulto: Un insulto a la igualdad del hombre y la mujer, un insulto a nuestra Constitución, un insulto a nuestra educación y un insulto a nuestra cultura.
Si quieren tapar totalmente a sus mujeres, que se queden en su tierra. Si quieren lapidar a sus mujeres, que lo hagan en sus pueblos. Dueños son los musulmanes de sus burkas, sus piedras y sus sogas. Pero en sus países. Aquí las leyes son las mismas para todos y el que no las cumple, delinque.
Admiremos a Francia por su sentido común y su falta de complejos, más que por sus quesos.
Mijail

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