viernes, 21 de mayo de 2010

El Confidente

El embrujo de una sonrisa



El pasado otoño, Obama se dio cuenta de que en el plazo de ocho meses su popularidad había caído veinte puntos. Si alguien intenta buscar paralelismos entre la situación española y la estadounidense se le presentaran grandes dudas en la comparativa; los ciudadanos españoles no reaccionan con la celeridad de los norteamericanos. Aquí estos cambios tan súbitos en las tendencias de opinión ciudadana son desconocidos; aquí la opinión ciudadana se mueve con la lentitud de un caracol. Que lo diga, si no, Zapatero, que hasta ahora tenía una especie de bula o patente de corso, que le permitía hacer todas las insensateces que se le ocurrían, incumpliendo lo que prometió, negando que estaba destrozando nuestra economía patria y disimulando la realidad. Eso sí, siempre lo hizo con la mejor de sus sonrisas; ya lo dijo en varias ocasiones: “Todo se puede decir con una sonrisa” ¿Pero cómo iba a engañarnos, alguien que sonríe de esta manera tan simpática?

El culto a la imagen de la sonrisa (que al final se ha demostrado sonrisa siniestra), ilustra con claridad, la estrategia practicada en estos seis años por el gobierno Zapatero y su partido; la política de la buena imagen como estrategia política.

Técnicos en comunicación, coinciden que reconocer que en el PSOE saben hacer muy bien la propaganda, incluso dicen que es lo único que saben hacer. Un modus operandi que les daría muy malos resultados si estuvieran ante el electorado francés o alemán, por ejemplo, donde la vigilancia ciudadana valora la acción de gobierno con prontitud y contundencia.

En otras ocasiones ya escribí, que Zapatero no era sino un mago optimista, pero claro el ilusionismo es eso, prestidigitación, ficción y montaje sobre el escenario, ante un público, entre encandilado y entregado, pero cuando al final se encienden las luces de la sala y la cruda realidad acaba desplazando la ficción, es cuando todo resulta muy distinto. Los trucos del ilusionista se han puesto ahora al descubierto, ante sus espectadores que permanecían ausentes o distraídos y en todo caso, silenciosos; la mayor parte de estos condescendientes, suelen ser los que “no quieren calentarse la cabeza con la política” y confiaban en la simpatía.
Zapatero corre ahora el riesgo, de que pierda sus encandilados aclamadores; y de que sus trucos empiezan a ser sólo defendidos por sus más incondicionales; es decir, por quienes le deben algo como un buen empleo, por ejemplo.

Ante todo el actual estado de cosas; tasa de paro récord, recortes salariales a funcionarios, congelación de pensiones, subida de impuestos; cuando poco antes hemos visto: un derroche inútil en subvenciones, muchas de ellas clientelares, la eliminación del impuesto sobre patrimonio que era el impuesto más progresivo que teníamos (y que debía de haberse aumentado), las SICAV multimillonarias que sólo pagan el 1% de impuesto y unas obras públicas del Plan E, que en su mayoría innecesarias, inútiles y además carísimas.
El zapaterismo no fue más que un ejercicio de ilusionismo por decirlo claro y pronto; hemos de aprender que un gobernante siempre sonriente, no es garantía de buen gobierno, sólo es garantía de que sabe sonreír.

En todo caso, se da la circunstancia, de que quienes ahora se ven en la triste situación, de ir buscando empleo de un lado para otro, dicen constatar, que ni sonriendo con una sonrisa zapatera, consiguen empleo; ¿Y ahora qué haremos?

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