jueves, 2 de julio de 2009

El Confidente

Prozac no, gracias



Puede que muchos de nosotros no hayamos oído hablar todavía del Prozac, pero sin duda no cosecharemos desconocimiento, si nos preguntamos por algo llamado DEPRESIÓN.
Prozac no es el nombre de ningún compositor polaco, sino el de un fármaco aparecido en EEUU alrededor de 1988 y que en poco tiempo se convirtió en el antidepresivo por excelencia, pero este éxito parece tener su lado oscuro: las denuncias de comportamientos criminales y suicidas atribuidos a causa de su consumo.

La reluciente cápsula verdi-blanca con clorhidrato de fluoxetina, arrastra una historia en la que al final, parece que avería más que repara la mente de sus consumidores. La empresa farmacéutica Lilly, comenzó a venderla en EEUU no como un fármaco, sino como un tónico revestido de propiedades maravillosas. Se llegó a la escalofriante cifra de unos 130 millones de personas en su sólo año (registradas por las autoridades) que tomaban las cápsulas.

Los consumidores eran un agregado de profesionales con problemas, trabajadores en paro, jóvenes, matrimonios frustrados y jubilados con dudas existenciales; todos ellos víctimas de la depresión. Así pues, para huir de la sensación de ser menos que cero, se aferraron al Prozac, animados seguramente, por una publicidad alentadora; “tomando el fármaco, uno se siente genial, optimista y lleno de ilusión”.

El consumo del Prozac se disparó hasta convertirse en una de las medicinas más populares del siglo XX, sin embargo fue al cabo de unos 10 años de consumo, cuando aparecieron los casos en los que consumidores, sin motivo alguno y presos de una furia homicida descontrolada, asesinaban a las personas más cercanas para acabar suicidándose después.
Ahora se ha conocido un informe de las farmacéuticas que comercializan el antidepresivo basado en esta fórmula, donde se dice que desde hace años saben, que “en algunas ocasiones, pueden tener muy graves efectos secundarios”, aunque los abogados de la empresa defiendan que estos casos extremos “son producto de la propia depresión”.

Independientemente de las tergiversaciones que en nombre de “la pastilla de la felicidad” hagan unos y otros para justificar acciones jurídicas, que duda cabe, de que el Prozac es como una droga, con unos espectaculares efectos secundarios catalogados por la ciencia médica. En 1998 “Business Week” publicaba: “El Prozac está asociado con más hospitalizaciones, muertes y reacciones adversas que cualquier otra droga en Norteamérica”.

Ahora con la grave crisis económica, es la clase trabajadora la que encaja más presión psíquica, por parte de unas empresas que para conseguir beneficios, no cejan en estrujar a sus empleados con tareas excesivas y con prolongaciones de jornada laboral no retribuida.
Ya sabemos que la situación laboral en este país esta muy mal, pero (y aunque parezca un consejo absurdo) debemos hacer todo lo posible por no agobiarnos a nosotros mismos; si perdemos la salud lo habremos perdido todo.
Si acaso, el Prozac que se lo tomen las empresas, nosotros no.

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