miércoles, 8 de julio de 2009

A día de hoy

Irán inmerso en la revolución verde



La historia de Irán es tan accidentada como la de cualquier otro país: en 1925, un militar y antiguo ministro de guerra, Reza Jan Pahlevi, subió al poder y se auto proclamó emperador, inaugurando la dinastía Pahlevi. En 1941 fue obligado por el pueblo a abdicar en favor de su hijo Mohammad Reza Pahlevi, al descubrirse que el Sha, había puesto secretamente su país a disposición de la Alemania nazi para lo que conviniera.

El Sha, Mohammad Reza Pahlevi, en 1941 suprimió los partidos políticos, puso en marcha el sufragio femenino e inició una tendencia al laicismo; unas iniciativas que alcanzaron sólo a unos pocos ciudadanos. Después se auto coronó emperador o Sha de Irán en 1967.
El elevado presupuesto que dedicaba a sus lujos y compras personales, unido a otros excesos, provoca un descontento popular que alcanza cotas insospechadas, tanto es así que en febrero de 1979, el Sha para preservar su integridad física, decide abandonar el país y exiliarse en Egipto.
Al frente de las multitudes opositoras marchaban los seguidores de Jomeini, un imán, ayatolá, chiíta iraní, fundador del moderno estado chií, que instauró la ley islámica y gobernó Irán hasta que falleció en 1989.

En las elecciones del pasado 12 de junio, se abrieron las urnas reeligiendo sospechosamente a Mahmud Ahmadineyad con un 60%. Su opositor electoral Mir Husein Musavi, que fue derrotado con un 34% de los votos, denunció inmediatamente el resultado como “una farsa peligrosa”, a la vez que enseñaba un pañuelo de color verde, símbolo de su campaña. La oposición no dudó en echarse a las calles de Teherán y otras ciudades.

Los opositores dicen de Ahmadineyad, que es un tramposo ultraconservador y que haciendo funcionar a fondo la censura informativa, ha logrado que la extensa protesta llegue escasamente a la prensa internacional, aunque en comentarios de algunos periodistas se asegura, que había hasta dos millones de manifestantes en la plaza de la Libertad de Teherán.
A los tres días de las elecciones y en plenas manifestaciones murieron siete personas presuntamente por herida de bala.

Ali Jamenei, actual guía supremo de la Revolución, ha insistido una y otra vez en que no cederá a las presiones de los opositores y se niega a repetir unas elecciones que reconoce no están exentas de irregularidades.

Nadie es capaz de predecir, si Ahmadineyad logrará aplacar los ánimos a los opositores de la revolución verde, o si por el contrario tendrá que seguir los pasos de los dos anteriores emperadores que le han precedido en las protestas. Dos millones de manifestantes juntos, llamando tramposo al primer ministro de un país, puede tener una trascendencia que ningún gobernante quisiera para sí.
Parece que los iraníes no toleran que se les engañe o se les defraude. De cualquier manera, entre el cesarismo de cualquier emperador y el pucherazo electoral no existe tanta diferencia y todas las salidas al conflicto social están abiertas en Irán.


Para saber que está pasando en Irán desde el 13 de junio y ha sido prácticamente silenciado por la prensa internacional

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