martes, 9 de junio de 2009

A día de hoy

El voto en blanco no es tan imparcial ni tan inocente como lo pintan



Los resultados de las elecciones europeas en nuestro país pueden ser analizados desde distintos puntos de vista y no faltará quien lo haga.
Del recuento se desprende que el PP obtiene una ligera mayoría por encima del PSOE, que UPyD siendo la primera vez que se presenta en estos comicios consiguió un escaño, hasta hay quien dice que la campaña electoral en España se ha echo en base de unas elecciones generales, etc.

Viendo sin embargo, las cifras de los resultados, nos encontramos con algo mucho más objetivo y que suele pasar desapercibido para la gran mayoría de votantes: los votos válidos en nuestro país han sumado 15.761.963, cuando los mismos votos atribuidos a cada grupo sólo suman 14.874.909, es decir, existe una diferencia de 887.054 votos, que son los votos en blanco.
Suele ser el voto de castigo, depositado por votantes disconformes con la situación general o quizás, defraudados con el grupo en quien siempre habían creído. La cifra de votos en blanco alcanza el 5,6% de los votos válidos.

La pregunta es: ¿Estos votantes del voto en blanco, saben a ciencia cierta a quien beneficia su opción? Porque lo cierto, es que siendo votos válidos, contabilizan como tales y hacen subir el porcentaje que se precisa para obtener un escaño (todo y que se aplique el sistema D’Hont), es decir, la subida de porcentajes tan sólo beneficia a los partidos mayoritarios, puesto que los aleja de los minoritarios. Por ello quizás deberían plantearse el votar directamente a uno de los dos partidos mayoritarios; a fin de cuentas, el resultado práctico sería similar.

En cambio una forma coherente de expresar la disconformidad con el sistema, con todos los grupos, con las personas que llenan las listas, o expresar el disgusto con los que se pensaba votar sin beneficiar a los partidos mayoritarios, puede ser el voto nulo; por ejemplo, depositar dos o tres votos en el sobre, ello contabiliza socialmente como voto de protesta pero no afecta al computo para escaño y por tanto no beneficia indirectamente a los partidos mayoritarios.

Sucede que mirar la escena desde otro punto de vista al que aconseja el marketing oficial, puede llevarnos a convencimientos insospechados.

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